Infantil

De 3 a 5 años.

Acogemos al niño de forma respetuosa y amorosa, siendo conscientes de la etapa tan delicada que atraviesan. Para ello tendremos en cuenta su estado madurativo, así podremos acompañar su desarrollo mediante una observación participante: el maestro observa mientras trabaja y atiende a los pequeños.

Trabajamos en un ambiente hogareño y cercano, siempre desde un amor y respeto profundo a la infancia misma. Como maestros tenemos en nuestras manos un tesoro: la niñez. Es la etapa más importante en la vida de un ser humano, lo que sentará las bases de lo que será el adulto en devenir. Las ratios son limitadas; así, el maestro tiene la posibilidad de dar una atención individualizada y poder acoger las necesidades de todos los niños.

Trabajamos desde el enfoque Pedagógico Waldorf y estudiamos en profundidad el desarrollo evolutivo del ser humano; es la base de nuestro quehacer diario. Pero nuestra formación también acoge los últimos avances y estudios sobre el desarrollo infantil. También para estas edades autoras relevantes en este campo como Emmi Pikler y Sally Goddard son nuestro referentes. Según sus investigaciones, el movimiento y el juego libre son la base del desarrollo a nivel emocional y cognitivo, es decir, la madurez mental y emocional van unidas a la madurez física.

Los trabajos de Jean Piajet también son importantes en nuestro campo de estudio; conoce, como ningún otro, el proceso de aprendizaje y de maduración mental del niño, pero Rudolf Steiner ha dado un paso más adelante, logrando correlacionar los resultados psicológicos con los correspondientes fisiológicos.

Según él, es necesario conocer exactamente cómo se desarrolla nuestro cuerpo a lo largo de los años de la niñez, puesto que nuestro cuerpo es el vehículo que sirve para todos nuestros pensamientos, emociones y actuaciones, y si algo falla en este vehículo, tampoco nuestras funciones psicológicas proceden en forma correcta.

Como maestros debemos propiciar un ambiente de juego y convivencia que despierte en el niño todo impulso a jugar y moverse libremente, para ello tenemos en cuenta unos principios en el desarrollo del día a día en un espacio de infantil:

Los niños aprenden por imitación: absorben el ambiente que les rodea en función de «cómo» se les muestra. Un adulto siempre tiene que ser un modelo digno de ser imitado; los pequeños imitan aquello que hacemos o decimos, pero lo más importante, cómo somos por dentro. Por ello, el trabajo interior del maestro es tan importante en esta Pedagogía.

Los niños son esponjas que absorben con todo su ser tanto lo bueno como lo malo, de ahí la importancia de cuidar cada gesto, palabra, expresiones, pensamientos y emociones. Cuando entramos al aula a trabajar lo haremos con una «mirada limpia» y libre de prejuicios, así estaremos en disposición de dejar salir aquellas individualidades que tenemos delante nuestro.

No olvidemos que el verdadero proceso de educar se da cuando surge de dentro hacia afuera: «El niño tendrá el interés de jugar y moverse de forma libre, así como de implicarse de forma activa en cada actividad, y hacer un vínculo sano con el educador/a, si el ambiente lo incita a ello»; con ambiente nos referimos tanto al físico como al emocional y mental.

Trabajamos en base a unos límites, puestos siempre desde el respeto y el amor. Dentro de esos límites hay unos que nunca se deben rebasar*; de hacerse se resolverá de forma coherente y respetuosa, sin juzgar jamás a ningún niño por ello.

*Violencia física o verbal hacia sus compañeros o hacia sí mismo, así como otro ser vivo: animales, plantas, etc.

*Romper materiales, juguetes o el entorno natural que los rodea.

Debemos darles a los niños modelos sanos a los que puedan acogerse en situaciones conflictivas.

El día a día en el aula discurre en base a un ritmo, basado en momentos de expansión y concentración, como la propia respiración: inhalar/exhalar. Tenemos un ritmo diario, semanal, mensual y anual. Como seres humanos estamos conectados a los ritmos de la naturaleza, ritmos y cambios fisiológicos, etc. No somos seres separados del mundo, estamos conectados con todo lo que nos rodea; trabajar de esta forma favorece que los niños integren los aprendizajes de forma coherente y clara, y maduren y se desarrollen de forma saludable.

1. Las actividades de concentración son aquellas que llevan al niño a su interioridad: actividades artísticas como pintura a la acuarela y bloques de cera, modelado con cera de abeja, amasado de pan, tejer, canciones, corros y juegos de dedos, cuentos… así como las propias del día a día: comida, aseo, colaborar en la limpieza y orden del aula, etc.

2. Las actividades de expansión son aquellas relacionadas con el movimiento y juego libre, que debe darse sin intervención por parte del educador y sin vigilancia. Los niños deben sentirse libres y no cohibidos en cada movimiento que emprendan, desde la propia voluntad e interés. Debemos proteger y mantener como maestros la alegría por el juego y el impulso por moverse libremente; de ello dependerá su formación como seres humanos libres e interesados por todo lo que acontece en el mundo, así como personas activas en cuanto al conocimiento y aprendizaje de todo lo que los rodea. La alegría y las ganas de aprender se gestan en la primera infancia.

El maestro realiza una observación «participante» en el aula: mientras realiza sus tareas (limpiar, cocinar, actividades artísticas, atender las necesidades de los niños, etc.) está observando de forma objetiva a los niños; esto favorece que los pequeños tengan un vínculo sano y de confianza con el educador/a, y no se sientan «vigilados».

Cuidamos mucho la belleza del espacio donde trabajamos; ello repercute positivamente en el desarrollo de sus sentidos. En el aula debe reinar la armonía en el color, la forma, textura, luz… para que los niños encuentren el equilibrio interno y externo. Sabemos la importancia y la influencia que tiene un ambiente cuidado y bello en el desarrollo de las cualidades estéticas del niño en el futuro. El adulto aprecia la belleza en todo aquello que lo rodea, si de niño ha crecido en un ambiente armónico.

Los materiales que utilizamos son naturales y ecológicos. Intentamos siempre que los niños estén conectados con el entorno natural tanto dentro como fuera del aula, eso desarrolla una conciencia ecológica y respeto medioambiental a lo largo de su vida.

Los juguetes intentamos que la mayoría no tengan formas definidas, para así propiciar que los niños tengan imágenes internas propias, así como el desarrollo de la creatividad e imaginación: unos bloques de madera pueden ser una torre, una casa, un puente, un tren, etc. Los juguetes naturales también favorecen el desarrollo de los sentidos e invitan a que jueguen con ellos.

Recibimos cada día a los niños con respeto y amor. Los acompañamos y ayudamos cuando la situación lo requiere; aunque somos conscientes como maestros, que delante nuestro tenemos individualidades muy diferentes entre sí, y que también vienen a enseñarnos a nosotros. Tenemos que tener una mente abierta y un corazón limpio para poder estar con ellos, y entender que una verdadera educación se da entre seres que están dispuestos a aprender y enseñarse unos a otros, sin importar la edad o conocimientos que se tengan. Ahí radica la «MAGIA» de la Pedagogía Waldorf.


*En esto texto las referencias a maestro/a y niños/a se usan indistintamente, haciendo referencia por igual a ambos sexos en todos los casos.