Grupo de Juegos de 9 meses a 3 años
La etapa de 0 a 3 años es la etapa más «sensible» en la vida de un ser humano, es donde se sientan las bases en su pensar, sentir y actuar. Lo que se haga de forma correcta o errónea en estos años, influirá de forma positiva o negativa el resto de la vida del niño.
El objetivo de esta etapa es alcanzar un crecimiento sano y una estructuración de los órganos cada vez más detallada, y para ello el niño necesita, además de alimento, posibilidades de vivencias sensoriales activas, ya que éstas estructuran y diferencian el cuerpo entero.
Por todo ello, el espacio de juego que concebimos para esta etapa es un grupo de juegos donde se trabaja con ratios reducidas para poder acoger todas las necesidades de los niños de forma armónica. Trabajamos en un ambiente hogareño, cálido y cercano, en el que los niños encuentran en el espacio una prolongación de su propio hogar.
Trabajamos de forma rítmica, en momentos de concentración (comida y aseo, actividades artísticas, corros, canciones y juegos de dedos, cuento…) y expansión (juego libre no dirigido y movimiento autónomo); así los niños van desarrollándose de forma calmada y a su ritmo, en función del momento madurativo en que se encuentren.
En nuestro trabajo diario con los niños, tenemos muy en cuenta otros autores como Emmy Pikler y Sally Goodard. Profesionales de larga trayectoria que han investigado y estudiado durante años cómo el movimiento y el juego libre son la base de un sano desarrollo tanto en lo físico, cognitivo y emocional.
El período de adaptación lo realizamos con las familias presentes. Los niños necesitan tiempo y espacio para hacer un vínculo sano con el educador/a de referencia, por ello también es fundamental que se haga desde la paciencia, dándole al niño la oportunidad de poder convivir en el mismo ambiente con la maestra de referencia y su familia. Eso también da confianza a la familia, ya que tiene la oportunidad de ver cómo se trabaja y cómo se encuentra su pequeño. La confianza entre padres y maestros es fundamental y básica para que los niños crezcan en armonía.
Los materiales que utilizamos son naturales y sostenibles. Esto favorece el desarrollo de los sentidos y conecta a los niños con el entorno natural al que pertenecen, fomentando valores medioambientales y ecológicos en el futuro.
El contacto con la naturaleza es fundamental y básico para un sano crecimiento y desarrollo de su cuerpo; así también favorece la conexión entre mente y emociones. Los niños aprenden y maduran de forma armoniosa si están en relación directa con un medio natural. Los beneficios son bien conocidos desde diferentes estudios, así como sus efectos negativos si los niños no la tienen cerca o no pueden disfrutar a diario de sus beneficios.
La configuración física, concretamente la motriz y la sensorial, sienta en primer lugar las bases para que las actividades anímicas y mentales puedan desarrollarse de manera saludable y duradera. El camino hacia el exterior prepara el camino hacia el interior. El niño debe saber erguirse para poder entender el mundo; debe ser capaz de alcanzar las cosas para poder concebirlas; debe poder oler y saborear las cosas, cogerlas y tocarlas con la mano, para percibir el mundo como algo concebible, manejable y accesible.
La capacidad intelectual que se da posteriormente no se adquiere mediante conocimientos intelectuales, sino mediante actividades «palpables» que el niño realiza durante la primera infancia, las cuales se reflejan en estructuras similares en los órganos y el cerebro. Las fuerzas que hacen al principio que el cuerpo crezca y se forma son las mismas que, más adelante, se transforman y manifiestan como fuerzas de la imaginación, el pensar y la reflexión.
La Pedagogía Waldorf apuesta por la sostenibilidad y por ello se acoge al siguiente principio:
«Dejad tiempo a los niños para que den cada paso de acuerdo con sus propias necesidades individuales. Cuanto más puedan madurar sus capacidades básicas, mayor será el fortalecimiento del niño».
«El niño ha de ser recibido con respeto, educado con amor, puesto en la vida finalmente en libertad». Rudolf Steiner.
De 3 a 5 años.
Acogemos al niño de forma respetuosa y amorosa, siendo conscientes de la etapa tan delicada que atraviesan. Para ello tendremos en cuenta su estado madurativo, así podremos acompañar su desarrollo mediante una observación participante: el maestro observa mientras trabaja y atiende a los pequeños.
Trabajamos en un ambiente hogareño y cercano, siempre desde un amor y respeto profundo a la infancia misma. Como maestros tenemos en nuestras manos un tesoro: la niñez. Es la etapa más importante en la vida de un ser humano, lo que sentará las bases de lo que será el adulto en devenir. Las ratios son limitadas; así, el maestro tiene la posibilidad de dar una atención individualizada y poder acoger las necesidades de todos los niños.
Trabajamos desde el enfoque Pedagógico Waldorf y estudiamos en profundidad el desarrollo evolutivo del ser humano; es la base de nuestro quehacer diario. Pero nuestra formación también acoge los últimos avances y estudios sobre el desarrollo infantil. También para estas edades autoras relevantes en este campo como Emmi Pikler y Sally Goddard son nuestro referentes. Según sus investigaciones, el movimiento y el juego libre son la base del desarrollo a nivel emocional y cognitivo, es decir, la madurez mental y emocional van unidas a la madurez física.
Los trabajos de Jean Piajet también son importantes en nuestro campo de estudio; conoce, como ningún otro, el proceso de aprendizaje y de maduración mental del niño, pero Rudolf Steiner ha dado un paso más adelante, logrando correlacionar los resultados psicológicos con los correspondientes fisiológicos.
Según él, es necesario conocer exactamente cómo se desarrolla nuestro cuerpo a lo largo de los años de la niñez, puesto que nuestro cuerpo es el vehículo que sirve para todos nuestros pensamientos, emociones y actuaciones, y si algo falla en este vehículo, tampoco nuestras funciones psicológicas proceden en forma correcta.
Como maestros debemos propiciar un ambiente de juego y convivencia que despierte en el niño todo impulso a jugar y moverse libremente, para ello tenemos en cuenta unos principios en el desarrollo del día a día en un espacio de infantil:
Los niños aprenden por imitación: absorben el ambiente que les rodea en función de «cómo» se les muestra. Un adulto siempre tiene que ser un modelo digno de ser imitado; los pequeños imitan aquello que hacemos o decimos, pero lo más importante, cómo somos por dentro. Por ello, el trabajo interior del maestro es tan importante en esta Pedagogía.
Los niños son esponjas que absorben con todo su ser tanto lo bueno como lo malo, de ahí la importancia de cuidar cada gesto, palabra, expresiones, pensamientos y emociones. Cuando entramos al aula a trabajar lo haremos con una «mirada limpia» y libre de prejuicios, así estaremos en disposición de dejar salir aquellas individualidades que tenemos delante nuestro.
No olvidemos que el verdadero proceso de educar se da cuando surge de dentro hacia afuera: «El niño tendrá el interés de jugar y moverse de forma libre, así como de implicarse de forma activa en cada actividad, y hacer un vínculo sano con el educador/a, si el ambiente lo incita a ello»; con ambiente nos referimos tanto al físico como al emocional y mental.
Trabajamos en base a unos límites, puestos siempre desde el respeto y el amor. Dentro de esos límites hay unos que nunca se deben rebasar*; de hacerse se resolverá de forma coherente y respetuosa, sin juzgar jamás a ningún niño por ello.
*Violencia física o verbal hacia sus compañeros o hacia sí mismo, así como otro ser vivo: animales, plantas, etc.
*Romper materiales, juguetes o el entorno natural que los rodea.
Debemos darles a los niños modelos sanos a los que puedan acogerse en situaciones conflictivas.
El día a día en el aula discurre en base a un ritmo, basado en momentos de expansión y concentración, como la propia respiración: inhalar/exhalar. Tenemos un ritmo diario, semanal, mensual y anual. Como seres humanos estamos conectados a los ritmos de la naturaleza, ritmos y cambios fisiológicos, etc. No somos seres separados del mundo, estamos conectados con todo lo que nos rodea; trabajar de esta forma favorece que los niños integren los aprendizajes de forma coherente y clara, y maduren y se desarrollen de forma saludable.
1. Las actividades de concentración son aquellas que llevan al niño a su interioridad: actividades artísticas como pintura a la acuarela y bloques de cera, modelado con cera de abeja, amasado de pan, tejer, canciones, corros y juegos de dedos, cuentos… así como las propias del día a día: comida, aseo, colaborar en la limpieza y orden del aula, etc.
2. Las actividades de expansión son aquellas relacionadas con el movimiento y juego libre, que debe darse sin intervención por parte del educador y sin vigilancia. Los niños deben sentirse libres y no cohibidos en cada movimiento que emprendan, desde la propia voluntad e interés. Debemos proteger y mantener como maestros la alegría por el juego y el impulso por moverse libremente; de ello dependerá su formación como seres humanos libres e interesados por todo lo que acontece en el mundo, así como personas activas en cuanto al conocimiento y aprendizaje de todo lo que los rodea. La alegría y las ganas de aprender se gestan en la primera infancia.
El maestro realiza una observación «participante» en el aula: mientras realiza sus tareas (limpiar, cocinar, actividades artísticas, atender las necesidades de los niños, etc.) está observando de forma objetiva a los niños; esto favorece que los pequeños tengan un vínculo sano y de confianza con el educador/a, y no se sientan «vigilados».
Cuidamos mucho la belleza del espacio donde trabajamos; ello repercute positivamente en el desarrollo de sus sentidos. En el aula debe reinar la armonía en el color, la forma, textura, luz… para que los niños encuentren el equilibrio interno y externo. Sabemos la importancia y la influencia que tiene un ambiente cuidado y bello en el desarrollo de las cualidades estéticas del niño en el futuro. El adulto aprecia la belleza en todo aquello que lo rodea, si de niño ha crecido en un ambiente armónico.
Los materiales que utilizamos son naturales y ecológicos. Intentamos siempre que los niños estén conectados con el entorno natural tanto dentro como fuera del aula, eso desarrolla una conciencia ecológica y respeto medioambiental a lo largo de su vida.
Los juguetes intentamos que la mayoría no tengan formas definidas, para así propiciar que los niños tengan imágenes internas propias, así como el desarrollo de la creatividad e imaginación: unos bloques de madera pueden ser una torre, una casa, un puente, un tren, etc. Los juguetes naturales también favorecen el desarrollo de los sentidos e invitan a que jueguen con ellos.
Recibimos cada día a los niños con respeto y amor. Los acompañamos y ayudamos cuando la situación lo requiere; aunque somos conscientes como maestros, que delante nuestro tenemos individualidades muy diferentes entre sí, y que también vienen a enseñarnos a nosotros. Tenemos que tener una mente abierta y un corazón limpio para poder estar con ellos, y entender que una verdadera educación se da entre seres que están dispuestos a aprender y enseñarse unos a otros, sin importar la edad o conocimientos que se tengan. Ahí radica la «MAGIA» de la Pedagogía Waldorf.
*En esto texto las referencias a maestro/a y niños/a se usan indistintamente, haciendo referencia por igual a ambos sexos en todos los casos.